La fiebre chikungunya es una enfermedad vírica transmitida al ser humano por mosquitos. Se describió por primera vez durante un brote ocurrido en el sur de Tanzanía en 1952. Se trata de un virus ARN del género alfavirus, familia Togaviridae. “Chikungunya” es una voz del idioma Kimakonde que significa “doblarse”, en alusión al aspecto encorvado de los pacientes debido a los dolores articulares.
El inminente desembarco del virus del dolor, el temido chikungunya, ha puesto en alerta sanitaria a Centroamérica. La enfermedad, originaria de África, se ha extendido en pocos años a una velocidad vertiginosa por los cuatro costados del planeta. Su última zona de propagación epidémica ha sido el Caribe, donde en diciembre de 2013 se detectaron dos afectados y ahora ya son más de 5.200 los casos confirmados (21 muertos) y 183.000 los sospechosos. Desde ese enclave, en el que sigue multiplicándose, ha dado su nuevo y amenazador salto a tierras mesoamericanas. En El Salvador ya se han registrado 1.200 casos, Venezuela ha reconocido 12, Cuba otros seis y Panamá dos. Ante esta incipiente expansión, México ha fortalecido su red de detección, Guatemala ha declarado la alerta sanitaria preventiva y Honduras han empezado a formar equipos de respuesta. Tanto Costa Rica como Nicaragua ya trabajan con la idea de que el virus aparecerá de un momento a otro.
La fiebre,
trasmitida por mosquitos, es rara vez mortal, pero genera fuertes dolores tanto
articulares como musculares que, en algunos casos, pueden llegar a durar meses
y años. Detectada ya en 1770, durante mucho tiempo se la confundió con el
dengue, hasta que se aisló por primera vez en 1952 en Tanzania, de donde tomó
el nombre: chikungunya, una expresión bantú que significa doblarse y que no
deja lugar a dudas sobre sus amargos efectos.
La
enfermedad, que viene acompañada de cansancio profundo, náuseas y erupciones
cutáneas, apenas permite levantarse del lecho. En personas de edad avanzada o
recién nacidos el riesgo de mortalidad se dispara. Para el chikungunya no hay
remedio. Hasta la fecha no se ha desarrollado ningún antivírico eficaz. El
tratamiento se limita a aliviar los síntomas.
Uno de los
mayores problemas para su erradicación radica en que la transmisión depende
habitualmente de dos variedades de mosquitos (Aedes aegypti, causante de la
fiebre amarilla, yAedes albopictus o mosquito tigre) cuyas zonas de acción
comprenden desde climas tropicales hasta templado-frías, y con horarios de
trabajo francamente intensos: atacan desde primera hora de la mañana hasta que
cae el sol, ya sea al aire libre o en espacios cerrados. Los efectos se notan,
además, de cuatro a ocho días después de la picadura lo que dificulta la
localización.
Los mapas
epidemiológicos de la Organización Mundial de la Salud muestran que el virus,
originalmente radicado en África, se ha propagado, al compás de la globalización,
con enorme ímpetu. Primero se expandió hacia el este de África cruzando el
Índico y arrasando el sur de Asia. “Desde 2005, India, Indonesia, Maldivas,
Myanmar y Tailandia han notificado más de 1,9 millones de casos”, señalan los
expertos de la OMS. Con menos fuerza, la fiebre, a través del mosquito tigre,
también ha tocado Europa. En Italia se trató en 2007 a casi 200 enfermos. Y en
Cataluña, en el último mes, se han registrado ocho casos importados.
Pero la
nueva gran zona de expansión ha sido el Caribe, la plataforma perfecta para su
entrada en América continental. La cabeza de puente, de momento, es El
Salvador, con 1.200 casos y donde ya han empezado las fumigaciones
sistemáticas, uno de los métodos tradicionales para combatir esta plaga. “Nos
enfrentamos a una nueva enfermedad, pero estamos preparados para la lucha”, ha
señalado la ministra de Sanidad salvadoreña, Violeta Menjívar. La rápida
propagación en este país se ha debido, según los expertos, a la fuerte
implantación del mosquito tigre y a que, al tratarse de una enfermedad
desconocida en la región, la población no ha desarrollado aún ninguna barrera
inmunológica.
Una de las
mayores de dificultades para frenar en Centroamérica el avance del virus radica
en la proximidad de su mayor granero: el Caribe. Solo en República Dominicana,
Haití, Martinica y Guadalupe se han registrado este año más de 150.000 casos
sospechosos y casi 4.000 confirmados, según la Organización Panamericana de
Salud.
Con este
febril caldo de cultivo , la diáspora del virus hacia los países colindantes
resulta extremadamente fácil. Y basta con que un enfermo sea picado por una de
las variedades de mosquito descritas para que el insecto se convierta en un
acelerado vector de transmisión. “No hay forma de impedir que el chikungunya
entre en el país, no se puede cubrir con un mosquitero a todo un país, hay
centenares de vuelos entre Costa Rica y los países caribeños”, ha señalado un
alto responsable sanitario costarricense.
Y el paso
a Centroamérica del chikungunya supone su instalación a las puertas del gran
gigante americano, de Estados Unidos, donde ya se han registrado 80 casos,
aunque ninguno continental. La posibilidad de esta expansión ha sido
contemplada desde 2006 por el Centro de Control de Enfermedades Infecciosas,
uno de los organismos rectores en la prevención de epidemias. Para evitarlo ha
desplegado una red de laboratorios de referencia y puesto en marcha programas
de análisis rápido y entrenamiento a personal sanitario, en colaboración con la
Organización Panamericana de la Salud. También ha emitido recomendaciones a los
viajeros, sobre todo al Caribe, para evitar la infección (con antimosquitos y
permetrina en ropa) y lograr una rápida detección en caso de síntomas.
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