Son más de dos millones de bonaerenses los que viven en las 1000 villas y asentamientos, expuestos al flagelo diario de la pasta base y otras drogas. Los jóvenes que caminan sus calles se encuentran ante mayores tentaciones por la falta de oportunidades, y un dificultoso acceso a la salud y a la educación, según afirman los referentes barriales. "A los jóvenes muchas veces les llega la droga antes que un espacio dichoso. El paco pone de manifiesto la marginalidad en la que viven", dice Gustavo Carrara, párroco en la iglesia Madre del Pueblo de la villa 1-11-14 de Bajo Flores.
Herederos del pensamiento del padre Carlos Mugica son los llamados CURAS VILLEROS, cuya cara más visible es el padre José Di Paola. La creación de este grupo ha sido a instancia del cardenal Juan Carlos Aramburu en 1969, aunque monseñor Bergoglio le ha dado un renovado impulso en el siglo XXI.
Los curas villeros trabajan cada minuto para asegurar el bienestar de la gente que vive en las villas. Donde otros sólo ven drogas y delincuencia, ellos ven esperanza y oportunidad. Cuando algunos gobiernos propusieron urbanizar, los sacerdotes contestaron que era preferible escucharlos y respetar la cultura villera.
Precisamente esta cultura es la que les permite generar un vínculo y entrar en confianza con la gente de los barrios. Carrara explica que la gran fe y religiosidad de la gente del barrio les da mayor presencia en la villa.
El Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo fue un movimiento dentro de la Iglesia Católica argentina, que intentó articular la idea de renovación de la Iglesia subsiguiente al Concilio Vaticano II con una fuerte participación política y social. Formado principalmente por sacerdotes activos en villas miseria y barrios obreros, entre 1967 y 1976 fue uno de los canales por los se canalizó la acción social, muy cercano a organizaciones de la izquierda peronista, en ocasiones al marxismo, constituyendo además un antecedente inmediato de la Teología de la Liberación y su vertiente argentina, la Teología del Pueblo.
Junto con el recrudecimiento de la represión, tras la muerte de Perón y el ascenso de José López Rega, el movimiento perdió capacidad de acción y acabó por disolverse unos años más tarde.
Aunque algunos de sus miembros dejaron el sacerdocio, especialmente para contraer matrimonio, la mayoría permaneció en el mismo; un estudio de 1988 indicaba que un 67% conservaba aún su estado clerical.
Veinte sacerdotes integrantes del MSTM fueron asesinados.
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