viernes, abril 01, 2011

Andahuaylillas

ANDAHUAYLILLAS








Andahuaylillas es un pequeño pueblo situado en la provincia de Quispicanchi, a no más de 45 kilómetros de la ciudad del Cusco. Al parecer, por los restos de construcciones todavía no muy bien estudiadas, fue un asentamiento inca de cierta importancia. Su fértil campiña, en las cercanías del Vilcanota, hizo que en los primeros tiempos de la colonia, se instalaran allí vecinos de cierta importancia, de que son testimonios las casonas que todavía se conservan, pero luego el pueblo se estancó e incluso su nombre ("pradera cobriza", en quechua) tuvo que aceptar un diminutivo castellano, pues tenía un homónimo más grande, la Andahuaylas de Apurímac.

Ahora Andahuaylillas es un acogedor poblado de más o menos 5.000 habitantes que recibe al viajero en su inmensa y serena plaza de armas poblada de añosos pisonayes. Su iglesia, desde fuera, no deja de ser hermosa, pese a su sencillez: levantada sobre una plataforma a la que accede por gradas, tiene, como muchos templos andinos, una capilla abierta en forma de balcón y un sólido campanario de maciza planta cuadrada, además de tres desnudas cruces de piedra que se yerguen en el atrio. Posiblemente fue construida sobre el emplazamiento de un edificio prehispánico, una huaca, quizá, pues en su interior hay restos de muros incas.

Esta sobria imagen exterior se contrapone de manera radical con la que se presenta apenas se abren las puertas del templo. Una explosión de oro y tallas y pinturas "espanta", así diría quien hubiese entrado ahí en el siglo XVII, utilizando el vocablo en su significación de entonces: "maravillar", "asombrar hasta el límite", al visitante, pues la decoración en pan de oro y los murales, no deja casi espacio libre.

La iglesia de San Pedro de Andahuaylillas se le ha llamado "la Capilla Sixtina de América", y en algún sentido la comparación es pertinente: esta iglesia es uno de los ejemplos más sorprendentes y hermosos del arte religioso popular andino.
La iglesia de San Pedro de Andahuaylillas debe de haberse construido a finales del siglo XVI, pues uno de sus murales, que firma Luis de Riaño, lleva la fecha de 1626. Estuvo bajo la advocación de San Pedro, aunque el altar principal lo preside la Virgen del Rosario, y los jesuítas la tuvieron a su cargo. Consta de una sola nave con capillas laterales y sus anchas paredes son de barro.

Si el sobrio exterior puede calificarse de renacentista, el interior es una muestra esplendorosa del barroco. Éste fue un arte que buscaba imponerse sobre el espectador con la abrumadora presencia de lo ornamental. Hay que imaginarse a las multitudes indígenas recién convertidas al cristianismo entrar a la iglesia y experimentar visualmente el "poder" de la nueva fe expresado en esa riqueza escultórica y pictórica que desde arriba y los costados las asediaba.
El techo está casi completamente recubierto por una decoración de estilo mudéjar y motivos florales y frutales. Este riquísimo artesonado ha sido revestido con pan de oro. Esta decoración fija se complementa con abundantes lienzos que se integran al conjunto por medio de sus lujosos marcos también de pan de oro. La mayoría son obras de Luis de Riaño, pintor limeño discípulo de Angelino Medoro, nacido en 1596 y posteriormente establecido en el Cusco, donde todavía vivía en 1667. De él se conserva una "Crucifixión", "El bautismo de Cristo" y el "Arcángel San Miguel". El cuadro de la Virgen del Rosario que se halla en la capilla del Santísimo ha sido atribuido a Diego Quispe Tito. Existen también cuadros anónimos de la Escuela cusqueña de pintura.

Una de las notas curiosas de este templo se halla en su baptisterio. El arco que conduce a él tiene la inscripción "Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén" en latín, español, quechua, aimara y puquina, testimonio que esta última lengua también se hablaba en esa región.

Pero indudablemente los murales son lo más llamativo de la iglesia de Andahuaylillas. El par más famoso es el que se halla en la cara interior de la pared de la entrada. Nos muestra las dos vías de la existencia: hacia la izquierda, el camino fácil, que conduce al infierno; hacia la derecha, el difícil, que lleva al paraíso. Su sencilla y casi ingenua simbología, acorde con su carácter didáctico, no logra opacar la fuerza expresiva de sus imágenes. La mayoría de estos hermosos murales fue realizada por Riaño.






No hay comentarios.: