EL CARNICERO DE HOMS
Bashar al-Assad (n. Damasco, 11 de septiembre de 1965) es el actual presidente de Siria e hijo del ex presidente Hafez al-Assad.
Realizó sus estudios primarios y secundarios en el Instituto Al Hurriya. En 1988 se licenció en Medicina General en la Facultad de Medicina de Damasco, especializándose en oftalmología.
Trabajó como oftalmólogo y residíó un tiempo en el Reino Unido, donde continuó con su formación al margen de la política. En 1997 ascendió en el ejército a Teniente Coronel y en 1999 a Coronel.
Al morir su padre, el presidente Hafez al-Assad, y tras la muerte accidental de su hermano, futuro heredero de la presidencia del país, fue ascendido a General del Estado Mayor y Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas. Nombrado candidato único por el Partido Árabe Socialista Baaz (único partido del régimen) para la Presidencia de la República, fue elegido mediante referéndum el 10 de julio de 2000, tomando posesión el 17 de julio. El comienzo de su mandato planteó una esperanza de cambio democrático que fue abandonada bajo la continuidad de la política de su antecesor.
Homs es una ciudad siria de 1.033.000 habitantes, capital de la gobernación de Homs, localizada al oeste del país. Ciudad industrial situada junto al río Orontes, 140 km al norte de Damasco, es también un importante centro carretero y ferroviario. Las industrias de la ciudad comprenden refinamiento de petróleo, procesamiento de remolacha azucarera, textiles, joyería y obras metalúrgicas.
Masacre en Homs
El de 3 de febrero de 2012 la oposición siria denuncia que los bombardeos de las fuerzas leales al gobierno sobre la ciudad rebelde de Homs dejaron al menos 260 muertos y 500 heridos; las fuerzas gubernamentales habrían empleado artillería pesada y tanques para atacar zonas residenciales masacrando a los civiles, pero el régimen sirio atribuye los ataques a supuestos grupos terroristas opositores. Los bombardeos se concentraron sobre un barrio de mayoría opositora; desde hace días los barrios opositores están controlados por milicias armadas rebeldes, mientras los barrios de mayoría oficialista siguen controlados por una milicia pro-gubernamental, en tanto el Ejército permanece atrincherado en sus posiciones fortificadas.
El martirio de Homs
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La ciudad siria aporta cada día nuevas imágenes del horror
la matanza continúa: cada día nos aportan nuevas imágenes del horror. Cadáveres ensangrentados a los que no se puede enterrar dignamente pues los francotiradores, como en Sarajevo, disparan sobre el séquito fúnebre. Cuerpos a los que una granada o el estallido de una bomba han arrancado una pierna o un brazo, tendidos en el suelo sin ningún socorro médico. Dispensarios carentes de los medios más elementales para procurar los primeros auxilios. Nadie puede suministrarles oxígeno, anestesia, instrumentos quirúrgicos. El Ejército de Bachar el Asad y sus esbirros están allí para impedirlo: apuntan a cualquier vehículo que transporte heridos. En cuanto a los hospitales bajo su control, ahora son centros de interrogatorios en los que las víctimas y sus cuidadores pueden ser enviados a las cárceles secretas del régimen o, ya cadáveres, ser presentados como agentes infiltrados desde el extranjero al servicio de una oscura conspiración.
Poco importa que la comunidad internacional exprese su indignación, envíe observadores en visitas guiadas, retire a su personal diplomático. Las presiones no sirven de nada. El tirano se aferra al poder con la advertencia ominosa de que sin él el país se hundiría en una guerra étnico-religiosa similar a la de Irak. En realidad, solo aspira a sobrevivir a costa de la sangría de su pueblo. Bachar el Asad ha cruzado las últimas líneas rojas y sabe que no hay posibilidad de retroceso. O el exterminio de la población sublevada o el fin de su dinastía republicana y de los militares que la apoyan.
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