miércoles, octubre 27, 2010

Néstor Carlos Kirchner


Un presidente que quiso todo el poder y se enfrentó a la prensa

"De aquí me van a sacar muerto", le dijo Néstor Kirchner a un amigo en la Casa Rosada cuando recién había asumido la Presidencia de la Nación. Llegó con debilidad a un país débil, e hizo de la fortaleza su principal ideología. Prefirió ser fuerte a ser bueno, justo o brillante. Y acumuló un poder inmenso, que por momentos producía temor. No se le puede cuestionar su habilidad para hacerse consistente en una república donde los presidentes volaban por el aire. Tampoco su enorme pericia para gobernar el barco con el viento de cola de la economía mundial.

Hizo mucho para que se enjuiciara a los militares asesinos y torturadores de la última dictadura militar, pero luego colonizó a los organismos de derechos humanos y los utilizó como escudos éticos para legitimar sus polémicas políticas domésticas.

Negoció con picardía la deuda externa, pero quedó preso de pecados y supersticiones ideológicas y sin crédito internacional, como lo tuvieron y tienen Brasil y Chile.

Alentó una nueva y prestigiosa Corte Suprema de Justicia, pero al final se dedicó a hostigarla porque fallaba en contra de sus deseos. Tuvo gestos progresistas, como impulsar el matrimonio gay, pero se alió con lo más rancio de la derecha peronista y de la corporación sindical.

Su política principal fue la división. Dividir para reinar, el truco más viejo del mundo. Cuando algún sector se le resistía ponía toda la voluntad y el dinero del Estado para dividir, crear batallas internas, atizar enconos y debilitar al adversario, a quien consideraba lisa y llanamente un enemigo. Tenía una verdadera obsesión por controlar los medios de comunicación.

Detestaba en la intimidad a los periodistas: puso a unos contra otros y montó con dineros públicos programas de televisión estatal o paraestatal para que se burlaran de ellos y se los desacreditara en campañas repetitivas y siniestras. Intentó de distintas maneras controlar el insumo básico de los diarios -el papel- para controlar así sus contenidos. Y procuró arrebatarle a varias compañías mediáticas señales de cable y frecuencias radiales.

Se levantaba todos los días y mientras hacía ejercicios leía los diarios y se enfurecía. Cada media hora, a lo largo de todo el día y de todos los días del año, sus colaboradores más íntimos le acercaban informes de lo que había dicho cada comentarista o reportero en la televisión y en la radio. Y aplicaba en consecuencia premios y castigos con la publicidad oficial, que creció exponencialmente y sin control alguno durante siete años. Era una tarea que, como muchas otras, no delegaba: él mismo miraba las pautas y daba leña a los disidentes más molestos del periodismo argentino. Muchas veces telefoneaba a los dueños de canales o emisoras para quejarse por determinado periodista y a veces para pedir directamente su cabeza.
Quería editar la realidad, como lo había hecho en la provincia de Santa Cruz. Y esa utopía lo llevó a batallas homéricas contra la prensa, que para el kirchnerismo fue el enemigo número uno.

Independientemente de esto, fue un hombre de fuertes convicciones, y siempre es conmovedor y a la vez espeluznante descubrir en las personas una fe ciega. Tuvo dos episodios cardíacos y le pidieron que cambiara de vida. Dicen que ya tenía secretamente decidido cederle a su mujer la próxima candidatura presidencial. Pero era incapaz de hacerle caso a los médicos y seguía adelante, controlando personalmente las cuentas de la economía, guerreando contra la prensa, cooptando dirigentes, negociando apoyos y haciéndose mala sangre por el inevitable desgaste del poder, que lo estaba abandonando, y por las convulsiones que provocaba su propia política de división y por la alta inflación que generaba su modelo económico.

Pero no podía parar. No podía parar. Seguía y seguía sin tener en cuenta los consejos, sintiéndose de algún modo inmortal o buscando inconscientemente un límite. "De aquí me van a sacar muerto". Su profecía se cumplió.

JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ 27/10/2010

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SERAS, LO QUE HAS SIDO


Más allá de todo, un líder, un jefe
Carlos M. Reymundo Roberts
LA NACION
Sábado 30 de octubre de 2010

¿De qué nos habla esa multitud doliente que formó filas durante horas para pasar, devota, agradecida, delante de un féretro cerrado?
¿De qué nos hablan esas decenas de miles que acompañaron bajo la lluvia el paso del cortejo?

¿De qué nos hablan esa consternación, ese río de lágrimas, esa congoja evidente, incontrastable? Hay gente desesperada que gritó su dolor, que cantó, rezó y aplaudió. Hay muchos que ahora se sienten huérfanos.

¿De qué nos habla ese fenómeno? Desde luego, muchos lo explicarán como un producto de los planes sociales, del clientelismo, de ómnibus cargados por el aparato pejotista o sindical en el conurbano. Muchos dirán que para no pocas personas era la única oportunidad que tenían en sus vidas de entrar en la Casa Rosada. Algunos dirán que ahí había mucho curioso o que es otra expresión de la necrofilia argentina, tan acendrada. Y otros dirán que gran parte de la ciudad siguió su vida normalmente, como si nada hubiese pasado.

Esas interpretaciones son, cuanto menos, insuficientes. Como ha ocurrido siempre, al no peronismo, al antiperonismo (que no le reconoce nada) y a los que se escandalizan hoy ante el espectáculo de instituciones degradadas, de democracia sólo formal, de corrupción, de autoritarismo, de odios incentivados, a ese mundo enorme de gentes espantadas por tantas prácticas de degeneración política les cuesta comprender y, mucho más, asimilar el fenómeno de masas que sigue siendo el movimiento fundado por Perón. Y en el caso del kirchnerismo, es tan cierto que no recoge a todo el partido como que ha resultado particularmente atractivo para sectores (con predominio de jóvenes, como se ha visto en las últimas horas) que están por fuera del PJ. Grupos que van de la izquierda universitaria a organizaciones sociales o gremiales, fuertemente ideologizados, para los que Kirchner era, antes que nada, el hombre que los había reivindicado.

Después de Alfonsín, el peronismo volvió y fue millones con la pizza y el champagne neoliberales de Menem; ese peronismo llenó el estadio de River para aplaudir a un personaje como Hugo Moyano; ese peronismo vota la hibridez de Scioli, el progresismo de los Kirchner, la política mansa y tranquila (y pro mercado, se supone) de Reutemann, a gobernadores populistas y a buenos administradores. Ese peronismo votaría a Macri si fuera el caso, y ese peronismo se dividió, en 2009, para votar a De Narváez y a Néstor Kirchner.
Hay, sin duda, una fuerza que viene de origen, hay un peronismo que se lleva en la sangre, que se mama en la cuna, pero también hay una adhesión que se renueva y que tiene que ver con la idiosincrasia de los argentinos, con el vacío del resto de los partidos ?no de hoy: ya lleva décadas? y con que siguen siendo muchos los que creen que sólo los peronistas saben mandar, saben gobernar, y que son los únicos que saben hablarle y llegarle a la gente.

Aun en sus peores momentos, Néstor Kirchner tenía asegurado un piso electoral no inferior al 25%. Con todos sus defectos, con su política de confrontación que lo llevó a pelearse con empresarios, opositores, militares, periodistas, obispos, jueces y cuantos osaran diferenciarse; aun con ese látigo con el que disciplinaba a los suyos; aun con una fortuna que es difícil de explicar, en fin, aun con todas sus aristas más polémicas y repulsivas, Néstor Kirchner era un líder popular, un jefe, un genio hasta para dirigentes que estaban en la vereda de enfrente y lo detestaban, el gran referente para buena parte de la izquierda intelectual (incluida, por supuesto, la no peronista), un valiente que se les animó a todas las corporaciones, un abanderado de piqueteros, estudiantes, obreros y Madres de Plaza de Mayo, un emblema de hombres y mujeres de la cultura, el espectáculo y el deporte. Y desde el miércoles, un mártir.

Ese pueblo de arriba y de abajo es el que llora a Néstor Kirchner y el que por estas horas se siente desamparado y se aferra a Cristina, con la ilusión de que haya recogido el testimonio y siga la carrera. Y hay otro pueblo, hay otra Argentina, mucho mayor que aquella, que ha asistido con pasmo a lo que acaba de pasar.

Deidad y demonio, Kirchner expresa mejor que nadie al país fracturado de estos días, al de los días que pasaron y al del tiempo que está por venir.

"Retrato de un Presidente"
una coproducción de Canal 9 TV Santa Cruz e Imagen Producciónes, es una pieza documental biográfíca del ex Presidente de la Nación Néstor Carlos Kirchner. Desde su nacimiento hasta el día de su muerte, un recorrido con imágenes exclusivas e inéditas de la vida de un político que marcó un antes y un después en la historia de los argentinos.




"Quisiera que me recuerden"

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